El psicólogo David L. Rosenhan realizó en los años setenta un experimento que pasaría a los anales de la historia como una de las mayores críticas que se han hecho jamás a una institución dedicada a la atención de personas que sufren de trastornos mentales. El resultado de su experimento, que aparece en el libro "Los 15 experimentos más sorprendentes en psicología" fue contundente: los profesionales de las instituciones psiquiátricas no son capaces de distinguir a un "loco" de un "cuerdo".
El experimento consistió en que ocho personas mentalmente sanas (llamadas pseudopacientes) fingieran sufrir un trastorno psicológico con el propósito de ser aceptadas como pacientes en un hospital psiquiátrico. Una vez dentro, debían intentar demostrar que ya estaban curadas y conseguir el alta médica.
Una vez que consiguieron ser ingresados, dejaron de fingir y comenzaron a comportarse con normalidad. Dijeron a los profesionales del centro que habían dejado de sufrir sus alucinaciones y que se encontraban en perfecto estado. Aun así, eran obligados a reconocer que estaban enfermos e incluso obligados a aceptar el tratamiento.
Tras una estancia media de entre 7 y 52 días, estos pseudopacientes fueron dados de alta, aunque pusieron en el informe de alta que no estaban totalmente curados, sino que su enfermedad se encontraba en remisión.
Una vez se dieron a conocer al público los resultados de este experimento, un hospital retó a Rosenhan, con el fin de demostrarle que no todas las instituciones mentales eran iguales. Aquel hospital psiquiátrico estaba tan seguro de su profesionalidad, que retó a Rosenhan a que éste le enviara pseudopacientes sin decirle quiénes ni cuándo los enviaría, asegurando que los profesionales de aquella institución identificarían rápidamente a esos "pseudopacientes".
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El experimento consistió en que ocho personas mentalmente sanas (llamadas pseudopacientes) fingieran sufrir un trastorno psicológico con el propósito de ser aceptadas como pacientes en un hospital psiquiátrico. Una vez dentro, debían intentar demostrar que ya estaban curadas y conseguir el alta médica.
Imagen: Vidasana |
Una vez que consiguieron ser ingresados, dejaron de fingir y comenzaron a comportarse con normalidad. Dijeron a los profesionales del centro que habían dejado de sufrir sus alucinaciones y que se encontraban en perfecto estado. Aun así, eran obligados a reconocer que estaban enfermos e incluso obligados a aceptar el tratamiento.
Tras una estancia media de entre 7 y 52 días, estos pseudopacientes fueron dados de alta, aunque pusieron en el informe de alta que no estaban totalmente curados, sino que su enfermedad se encontraba en remisión.
Una vez se dieron a conocer al público los resultados de este experimento, un hospital retó a Rosenhan, con el fin de demostrarle que no todas las instituciones mentales eran iguales. Aquel hospital psiquiátrico estaba tan seguro de su profesionalidad, que retó a Rosenhan a que éste le enviara pseudopacientes sin decirle quiénes ni cuándo los enviaría, asegurando que los profesionales de aquella institución identificarían rápidamente a esos "pseudopacientes".
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