El miedo al rechazo es una de las fuerzas destructoras más potentes que existen. De hecho, te puede paralizar en cualquier ámbito de la vida: tanto a la hora de declarar tu amor a una persona, a la hora de ir a venderle a un cliente, pedir un crédito a un banco, e incluso comenzar tu propio negocio.
El caso es que en mayor o menor medida, el miedo al rechazo está presente en cada uno de nosotros, pero no con la misma intensidad. La buena noticia es que podemos paliar ese miedo.
Jia Jiang fue el inventor de un método para superar el miedo al rechazo. El método te va a parecer lo más absurdo que hayas escuchado en tu vida, pero, curiosamente, está respaldado por la ciencia e incluso por el sentido común.
Jiang tenía el sueño de ser empresario, lo cual ya de por sí significa mucho rechazo, y probablemente fracasos. Pero consiguió vencer ese miedo, convirtiendo ese temor en una especie de juego. Su juego consistía en 100 días en los que iba a hacer peticiones ridículas a los extraños, buscando el rechazo. Y lógicamente, en 100 días encontró muchos rechazos, pero también logró muchos "SÍ" totalmente inesperados.
Entre los síes más curiosos se encontraban el llamar a la puerta de un extraño con una pelota en la mano, y preguntarle al dueño de la casa: "¿Puedo jugar al fútbol en su patio trasero?" La respuesta, para sorpresa de Jiang, fue "claro que sí, adelante".
Le pidió a un policía si podía conducir su coche, y la respuesta fue: "venga, hazlo pero ten cuidado".
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El caso es que en mayor o menor medida, el miedo al rechazo está presente en cada uno de nosotros, pero no con la misma intensidad. La buena noticia es que podemos paliar ese miedo.
Jia Jiang fue el inventor de un método para superar el miedo al rechazo. El método te va a parecer lo más absurdo que hayas escuchado en tu vida, pero, curiosamente, está respaldado por la ciencia e incluso por el sentido común.
Jiang tenía el sueño de ser empresario, lo cual ya de por sí significa mucho rechazo, y probablemente fracasos. Pero consiguió vencer ese miedo, convirtiendo ese temor en una especie de juego. Su juego consistía en 100 días en los que iba a hacer peticiones ridículas a los extraños, buscando el rechazo. Y lógicamente, en 100 días encontró muchos rechazos, pero también logró muchos "SÍ" totalmente inesperados.
Entre los síes más curiosos se encontraban el llamar a la puerta de un extraño con una pelota en la mano, y preguntarle al dueño de la casa: "¿Puedo jugar al fútbol en su patio trasero?" La respuesta, para sorpresa de Jiang, fue "claro que sí, adelante".
Le pidió a un policía si podía conducir su coche, y la respuesta fue: "venga, hazlo pero ten cuidado".
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