El emprendedor
Jonathan Boos no se considera demasiado inteligente, ni siquiera un genio para los negocios, por lo que eso de reinventar la rueda, probablemente fuera una tarea que debería hacer otra persona. Pero un día, mientras se dirigía hacia una cita para cenar, antes de pasar al restaurante se miró al espejo y observó que los picos del cuello de su polo estaban levantados, algo que consideró quedaba demasiado anti-estético a pesar de que lo había planchado. Miró hacia la tele donde casualmente había varios jugadores de golf con el mismo problema.
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