Somos víctimas de nuestra propia mente a través de los distintos sesgos cognitivos que traemos de serie, y en los que raras veces las personas deciden trabajar, al no ser conscientes de que los padecen. Hablamos de una gran parte de ellos en nuestros artículos "Formas en que tu mente te traiciona (primera parte)" y "Segunda parte aquí".
Con las personas que nos rodean en nuestra vida personal y laboral, tendemos a aplicarles unas normas que no nos aplicamos a nosotros mismos, cuando se trata de definir a estas personas basándonos en algunos hechos o comportamientos.
Para explicarlo de una forma sencilla voy a usar un ejemplo de la editora Shana Lebowitz:
Tu compañero de trabajo entrega un proyecto con retraso, y tú asumes que tu compañero es un vago o un informal. Si la próxima semana eres tú el que entregas un proyecto tarde, lo más seguro es que pienses que en tu caso se ha debido a toda una serie de problemas (personales o de otra índole) que te servirán como excusa o razonamiento para explicar por qué en tu caso no eres un vago o un informal, y únicamente se ha debido a circunstancias más que razonables.
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